lunes, 14 de diciembre de 2009

Cenicientas



Acabo de leer el cuento "La cenicienta que no quería comer perdices". No está mal, pero no me hace demasiada gracia. Qué dogmáticos y hasta tiránicos me suenan los jipis en su idea de "cómo es una mujer guay". Por mucho que el cuento tenga una parte irónica y autocrítica (así lo quiero ver yo), mamina, qué adoctrinador: los tacones, la talla, la depilación, las terapias y la salud (¡el parto!), la dieta, los amigos... Vamos, como el Cosmo


La cenicienta que no quería comer perdices



Por cierto: los tacones dañan la espalda y los pies, mejor usarlos muy de vez en cuando, sobre todo los altos y estrechos.

Pero eso de que chafamos todos los órganos del cuerpo... reflexología podal, uau. Y el parto en casa y la madre Tierra y lo buenas que son las hierbitas de Txumari para curarlo todo (bueno... casi), especialmente en infusión o en formato homeopático.

Esa "sabiduría femenina" debe de ser prima hermana de una profunda ignorancia sobre las leyes físico-químicas que gobiernan el Universo, y, por tanto, nuestro cuerpo. Porfa... más mujeres en las facultades "de ciencias". Estudiando y enseñando. ¿No está "Hipatia" en cartelera?


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